Sobre la negra arena yacía el cuerpo, contraste de colores. Parecía dormir sobre un costado. El agua del mar en retirada mojaba sus pies acariciándolos y dejando restos de arena en su piel.
Una gaviota se posó
en la arena a su lado y mientras observaba su presa, miraba altiva alrededor fijando el
territorio.
Dio unos saltitos y
con temor se acercó al cuerpo. Cuando estaba a su lado echó a volar y volvió.
Esta vez se posó tan cerca que le dio un picotazo, segundos antes de remontar
cobardemente el vuelo.
Volvió a posarse
temerosa sobre su hombro y cuando se dirigía a picotearle los ojos le
arrojé una piedra, quería contemplar su cuerpo por última vez, tal como lo veía
todas las mañanas al despertarme, cuando solo era mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario